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Llamativa tanto por sus colores como por su tamaño, la escultura de la Cara de Barcelona no pasa desapercibida. Todo el mundo tiene una opinión sobre esta pieza que desde la época olímpica decora un extremo del Port Vell de Barcelona, mezclándose con el pasado portuario y el presente de una de las zonas de ocio de la ciudad.
A principios de los años 90, Barcelona experimentaba una transformación que tenía como objetivo la modernización de las infraestructuras de la ciudad pero también la recuperación de muchas zonas entonces degradadas. El Port Vell sufrió una remodelación total y con ella aparecían nuevas obras de arte que lo embellecían. Una de las cartas de presentación de los Juegos Olímpicos es esta pieza del artista gráfico y escultor norteamericano Roy Lichtenstein, que llevó a cabo Diego Delgado entre los años 1991 y 1992. Imponente, la escultura se levanta hasta a 15 metros de altura en el Paseo Colom, muy cerca del edificio de Correos, dibujando su perfil característico contra el azul del cielo de Barcelona.
Desde muchos puntos de vista, deja ver un rostro o una cabeza que nace desde un trasfondo de puntos rojos en relieve. La forma del monumento parece surgir de bruscas pinceladas coloridas y libres. De hecho, forma parte de la serie de Lichtenstein titulada Brushstrokes (Pinceladas). Enmarcado en la corriente artístico del Pop Art e influenciado por la estética del mundo del cómic, el monumento es un homenaje a la ciudad que iba a acoger los Juegos de 1992 y a su arquitecto más famoso: Antoni Gaudí. Evidentemente, la cobertura de la obra con mosaico hace clara referencia a la estética gaudiniana.